La
vegetación predominante en la zona es la del
bosque andino patagónico, con bosques de pehuén, roble
pellín,
lenga, cedro, raulí, coihue, guindo, ñire, radal, ciprés. Estas
tres últimas especies son características de la zona de
transición, de este a oeste, de
estepa a bosque andino patagónico.
Según el tipo de suelo y los factores climáticos (sequias,
vientos, altura, frío) las especies tienen adaptaciones particulares.
Un ejemplo de esto es el Pehuén, o araucaria araucana, que se
adaptó a la posibilidad de incendios, ya que esta especie crece en zonas con erupciones
volcánicas y escasas lluvias. Consecuentemente sus ramas crecen en lo alto del tronco, su corteza es gruesa y poco inflamable, y las yemas que quedan resguardadas rebrotan posteriormente.
Esta especie es la más característica de la provincia; es un
fósil viviente, es decir, no tuvo cambios en su organismo durante millones de
años. A su vez, la misma es considerada especie
relicto; es decir, aquellas especies que disminuyeron su área de crecimiento por causas naturales,
localizándose en una zona determinada.
El desarrollo de estas especies es lento y prolongado, existiendo ejemplares hoy
día que convivieron y alimentaron a nuestros antepasados mapuches. Su fruto es el piñón, el cual madura en el
otoñó y es un alimento altamente nutritivo.
Compiten por él roedores, cachañas y seres humanos.
En el sotobosque, que es la zona por debajo de las copas de
los árboles, crecen cañas de colihue, diferentes tipos de hongos, rosa
mosqueta (especie introducida), arbustos, coirones, hierbas y flores como el amancay y la mutisia.
La zona, además, cuenta con varias hectáreas de plantaciones de pinos del hemisferio norte para
forestación. Esto está siendo muy discutido si trae más
ventajas (ganancias económicas) o más desventajas (erosión del suelo,
perdida de diversidad de flora y fauna, etc).
Este tipo de forestación puede observarse al transitar los
caminos de la región.
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